Hace unos días vino un abuelo a nuestras oficinas para hacer el abono de su nieta María, una pequeña nacida apenas 24 horas antes. Teníamos a la abonada más joven: Presente y futuro de un sentimiento y un corazón teñidos de franjas blancas y negras. Pero, ¿por qué un abuelo o una madre abona a un recién nacido a este club? Decía el filósofo Søren Kierkegaard que “La vida tiene que ser vivida hacia adelante, pero sólidamente se comprende hacia atrás”, y en ese ejercicio de comprensión nos vamos a principios de siglo XX cuando un padre hizo abonado a su hijo de apenas siete u ocho años.
Ese niño era José López Fernández, quien falleció el pasado día 15 a la edad de noventa años. Blanquinegro de pro, permaneció fiel a sus colores y a un sentimiento marcado por los latidos del corazón. Fueron muchas tardes de emoción en el Vivero, y fueron muchos más los domingos de frustración de no poder ver a su Badajoz por viajes de trabajo: Una familia que alimentar es lo que está por encima de todo.
Trabajador incansable, era un aficionado que vivía y sentía los colores. “Siempre con su escudo en la solapa”, nos cuenta el periodista Fernando Alcántara, con quien compartió largas horas de tertulias en torno a un café: “Ciudadano ejemplar, gran pacense y gran extremeño”, como le describe su amigo. José López aprendió desde muy pequeño en el Vivero a amar a los colores. Jamás dijo una palabra descalificando a nadie: Era un aficionado de los que aportan en positivo, a veces crítico, sí; pero siempre en positivo.
En el ocaso de su vida, recibió dos cornadas: dos enfermedades que le impedían ir a ver a su Club Deportivo Badajoz. Su nieto y las nuevas tecnologías le permitían seguir a nuestros jugadores.
Descanse en paz mucho más que un número uno: Un auténtico aficionado número uno.